Thursday, May 25, 2006

¿Qué hacer con el "tellebi"

Señor Director:
En realidad, no podemos ser más desgraciados, si hace algunos años nos faltaba “tellebi” para solucionar infinitos problemas de todo orden, hoy por hoy tenemos más plata que un bandido “concertraicionista” y no hallamos que hacer con tantas “moneas”, porque si las gastamos internamente, perjudicaríamos a los empobrecidos exportadores que tanto nos ayudaron compartiendo las ganancias que obtuvieron cuando los “dollares” estaban por sobre los 700 piticlines. En “efecticly”, alguien pensó en mejorar la política habitacional, pero los favorecidos por el Ministerio de Vivienda están más que contentos con sus lujosas mansiones, las que forman inmensos cordones de riqueza en la periferia metropolitana, especialmente en Puente Alto, La Pintana, Renca, Cerro Navia, Pudahuel, “Peñalolein” y similares. En verdaderos vergeles juegan los niños de los vendedores ambulantes, de los obreros y aún de los desempleados, mostrando que el paraíso de la gente humilde está en esta larga y angosta faja de tierra.
Ideas para invertir en Salud también han surgido, pero nos sobran hospitales, equipos e instrumentos para atender prestamente a los pacientes que de tarde en tarde se presentan en uno de estos centros. No hay colas, se opera de un día para otro ¡sin cobro! y se van a dejar los remedios a las casas de los abuelitos para que no se molesten en ir a buscarlos. ¿Más recursos para educación?. ¡Como se le ocurre!, si somos top, top, top. Somos un país más escueliado que la Xuxa, curtos, no hay dinorantes, le pegamos al pitingle, al fransoá y a la doiche machin, desapareció La Cuarta y el Kike presenta diariamente óperas y ballets. Aunque tengamos harto “money” no podemos invertir en locomoción pública, ya que el plan Tortugantiago surca velozmente las calles y avenidas de la ciudad, compitiendo con los vehículos 4X4 de los trabajadores nacionales. El único problema de esto es que en cada semáforo se encuentra gente de extrema riqueza intentando majaderamente regalarnos dinero. Bajando por una de las 25 pistas de la Alameda, un sujeto ha golpeado la ventana de mi Chrysler Grand Marquis para que reciba uno de sus billetes de cien dólares. Indignado le espeté: ¡anda a pedir, rico infeliz!, ¡tu riqueza no es problema mío!.
Solucionados también los problemas de contaminación, es un gusto ver como cientos de enfermos del pulmón, tísicos, asmáticos y similares (extranjeros, por supuesto) colman todos los días la Plaza de Armas de Santiago para tener el placer de respirar aire más puro que en las montañas suizas. Los poetas contemplan además la nítida imagen de la cordillera y el transparente azul del cielo. Gente de la tercera edad se traslada a vivir en una de las ocho manzanas podridas para llenar sus alveolos de un oxígeno más sano que la Caperucita Roja.
A tanto llega nuestra riqueza que las labores menores tales como aseo, recolección de basura o barrido de plazas, las realizan inmigrantes suecos, holandeses, alemanes, ingleses y del Principado de Mónaco, que han venido a Chile para, con su trabajo y salarios monumentales, poder alimentar a sus empobrecidas familias residentes en las “Uropas”. La señora Juanita ha recorrido 120 (salud) países y se forma una comisión que vigila a los parlamentarios para que no se bajen los sueldos, ya que ellos deben ser solidarios y compartir lo que a estas alturas es “un problema país”.
Una vez más, como dijo Raúl Matas, mi perro Horacio navega contra la corriente y recuerda que apenas son 200 empresas las que exportan el 90% del total nacional, los mismos que cuando el dólar está alto ponen el grito en el cielo si el Gobierno osa intervenir el mercado de las divisas ya que la cortan con cincel y hay que dejar que la sabia economía con sus leyes inexorables ajuste la situación. Solicita mi perro que se ocupen los miles de millones de dólares en solucionar tanta carencia padecida por los pobletes, gobernando para la mayoría y no para 200 grandes conglomerados económicos, sin olvidar gastar unas míseras “luquitas” en dar una mejor calidad de vida a cientos de perros callejeros que, a pesar de la masacre, pululan alrededor (alrededor, dije) del Palacio de Gobierno.

Enriquecido lo saluda,

Patricio Cuadra V.

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