Monday, July 13, 2009

Dorando la píldora

Como en Chile no existen problemas de tipo económico y/o social, nuestra clase política no tiene otra opción que dedicarse a discutir temas valóricos. Es lo que pasa en una sociedad donde todas las necesidades han sido satisfechas por el sistema económico neoliberal que nos rige. En consecuencia, tenemos que escuchar largas disertaciones políticas sobre la píldora del día después, aborto terapéutico o sobre indultos a narcotraficantes. Además, majaderamente, diputados y senadores discuten acaloradamente si acaso deben trabajar ad-honorem o deben pagar por su participación en la cámara. La derecha, por supuesto, está por el pago y la “concertraición” insiste en legislar sin sueldo ni remuneración ni viático de ningún tipo.
Sin embargo, creemos que los verdaderos problemas de esta sociedad chilena no están precisamente en esos temas, sino que existen otros tópicos que la clase política debe abordar con prontitud, para ordenar de una vez por todas la verdadera debacle que se produce en las poblaciones y que amenaza con convertirse en un problemas de veras delicado. En La Pintana y San Ramón, no hay acuerdo sobre la edad en que los pobladores deben regalar a sus hijos el auto cero kilómetro, ni tampoco saben si es ético enviar a sus hijos a conocer las “Uropas” una vez cumplidos los catorce años. Por otra parte, en Renca, Cerro Navia y Pudahuel, no están de acuerdo en cuantas veces a la semana una familia normal debe comer caviar y si este debe acompañarse con champaña o jote. Una encuesta reciente nos muestra a los trabajadores de la construcción confundidos entre veranear en Rusia, China, India o Cartagena. En San Bernardo, El Bosque y Puente Alto, no se deciden entre las universidades de Chicago y Harvard para los estudios superiores de sus “chicos”. Por lo tanto, hay una serie de situaciones donde los parlamentarios tienen la obligación de dar orientación y dirigir a la acomodada población trabajadora chilena, la píldora debe quedar para una discusión posterior, primero decidamos si ponemos grifería de oro o de plata en nuestros hogares.
Como siempre, mi perro Horacio, mientras firma su carta de renuncia al partido para no estar fuera de onda, critica una vez más a la desprestigiada clase política chilena, por perder el tiempo en píldoras, abortos e indultos y no estar preocupada de los verdaderos problemas que aquejan a los chilenos, con una cesantía por sobre los dos dígitos, con consultorios y hospitales atochados, con esperas de más de diez horas para recibir, con suerte, una aspirina o un paracetamol, con ollas comunes en las poblaciones, con corrupción, sinvergüenzura y ladroneo en las esferas públicas y privadas, con una educación y una justicia lamentables, ahora resulta, según el fiscal, que las cabras chicas violaban a los detectives después de curarlos como ano de lactante, mientras Piñata, el narigón chico, Marquito y toda la manga de desatinados que se alinean detrás de ellos, no encuentran nada mejor que centrar la discusión en terapéuticas, pildoríticas e indultóricas, mientras en las casas de cientos de miles de pobres y cesantes chilenos, las más de las veces no hay nada que echarle a la olla. Termina mi perro Horacio preguntando a estos descriteriados cuáles son las medidas contempladas en sus planes de gobierno para reducir la inmensa desigualdad social, una de las más grandes del mundo, entre pobres y ricos de este país, brecha que se amplió gracias a las medidas económicas del sátrapa y se siguió ampliando gracias a los gobiernos de la “concertraición”.

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