Thursday, October 20, 2011

Los encapuchados

Ahora sí que es cierto. Chile está profundamente dividido entre la gente decente, tranquila, pacífica, trabajadora, hogareña, quitada de bulla y hasta temerosa del buen Señor que bendito sea por siempre su nombre y los encapuchados, esa lacra terrible que nadie sabe de dónde salió pero que cada día aumenta como si se tratase de una plaga enviada por el mismísimo Satanás a destruir la obra del sátrapa, hijo aventajado de Lucifer, acompañado por una cáfila de bandidos que hoy posan de demócratas y defienden a brazo partido y desde el Gobierno, el legado del vástago no reconocido del azufroso Mandinga.
Todos los días y en los lugares más insospechados aparecen los encapuchados, terror de la población y también de cada ciudadano honrado y trabajador que este país tiene. Todavía no han podido averiguar los sagaces periodistas chilenos si los encapuchados tienen sexo, tampoco se sabe bien donde duermen, si es que lo hacen y si se reproducen por crías vivas, ¿tendrán la sangre roja y caliente o será más fría que las gónadas de Tarzán en pleno invierno saltando de liana en liana? Se sospecha que los encapuchados son de un género distinto al humano, ya que cargan contra los pacomios chilenos, algo que ningún ser humano en su sano juicio haría, pues equivale a firmar una sentencia de muerte, especialmente ahora que cuentan estos salvajes (no, los encapuchados no) con la venia de Piraña para golpear a mansalva y en despoblado incluso a muchachos discapacitados.
Indicios hay de que los encapuchados conforman un movimiento transversal y no sería nada de raro que se escondieran no sólo en las poblaciones marginales, que es de donde provienen todas o casi todas las lacras que agobian a esta sociedad, modelo de paz, justicia y tranquilidad, sino que también estarían anidando en los barrios altos, entre rubios y rubiecitas. No ha faltado quien diga que también Piraña, resentido desde siempre por haber sido marginado a causa de su físico consistente en patas cortas y chuecas, chico y más encima feo, se coloca su capucha Armani y sale a la Plaza Italia a pegarle fierrazos, combos, patadas y hasta gargajos a todo lo que se mueva; si no se mueve nada, entonces carga contra la “señalética”, curiosa y ridícula palabra inventada por los periodistas chilenos para referirse a las señales de tránsito y otras, tales como carteles y nombres de calles, avisos luminosos, etcétera (Nota para la edición internacional). En la misma dirección se investiga a varios senadores, ministros, diputados, alcaldes, jueces y ministros de la Corte Suprema, descartados estos últimos pues el 98% arrastra las “patitas” y para pertenecer a la clase de encapuchados que el país necesita es necesario correr a todo caballo, por lo menos a todo chancho.
Usted, señora, señor, si quiere preservar este maravilloso modelo económico que nos ofrece el paraíso terrenal con realitys incluidos, tome lo que tenga a mano y cargue contra un encapuchado, no importa que sea hijo del vecino, las siete familias más poderosas y ricas del país se lo agradecerán, si es posible elimínelos de la faz de la tierra antes que nazcan echándoles agua hirviendo, Gilpeter y el ex fiscal Peña se lo agradecerán, no vaya a ser cosa que con los encapuchados se peguen el mismo porrazo que se pegaron con los “terroristas”.
Con el pañuelo en la mano, dispuesto a encapucharse si se presenta la ocasión, mi perro Horacio no entiende como todos estos “cerebros”, que la única noticia que buscan es la de un grupo de muchachos que ocultando su rostro arremeten contra bienes públicos y privados, no se pregunten la causa de estas manifestaciones de violencia en cada marcha en apoyo al movimiento estudiantil. ¿Se les pasará por la mente, dice Horacio, que los encapuchados son responsabilidad del tipo de sociedad injusta, discriminadora, donde unos pocos se llevan la parte del león y la inmensa mayoría sólo debe conformarse con lo que sobre?, ¿y los verdaderos getthos de población, abandonados a su suerte en la periferia capitalina gracias a políticas de vivienda desarrolladas por los adláteres del sátrapa y continuadas por los “concertraicionistas” no son responsabilidad de todos y cada uno de los componentes de la sociedad chilena?, ¿o usted cree, dice mi can que con más cárceles, con más represión y cada día menos educación, este tipo de manifestaciones de descontento, rabia, ira e indignación se van a terminar?, ¿Dónde la vieron?...

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