¡Malditos!
Finalmente la concertraición lo ha logrado. Cuando muchos pensaban que no era posible ser más desgraciado que el fenecido sátrapa, nos deleitan con la peor de las desgracias, nada más ni nada menos que el Transantiago, señores. Lo que no pudieron las metralletas lo ha logrado un simple mortal haciendo que el pueblo esté en pie a las cuatro de la mañana sin toque de diana y que camine veinte o treinta cuadras diarias sin necesidad de marchas, voces de mando o saludos a la bandera. Como si esto fuera poco, se debe esperar a que pase el bus amarillo, ahora pintado de gris, verde, azul o rojo para avanzar un tramo, apretujado y desguañangado hasta decir basta, luego esperar otra media hora y abordar un nuevo bus para un nuevo envión, bajarse a esperar otra media hora y así sucesivamente por los siglos de los siglos.
Pero si alguien, cándido hasta decir basta, cree que el sadismo y la infamia llegan sólo hasta ahí, está totalmente equivocado, pues el sistema, con sus vías exclusivas y segregadas ha traído la infelicidad suprema también a los automovilistas, que miran con desesperación las tres pistas vacías en la Alameda mientras ellos avanzan a ¡cuatro kilómetros por hora! en el infernal taco de las horas punta. ¿Y eso es todo?, ¡equivocados señores!. El Metro, hasta antes del Transantiago orgullo de los capitalinos, ahora es un mar humano, avalanchas de sufrientes luchan con dientes y muelas para poner un pie en un carro y poder llegar a tiempo al yugo. Sangre, sudor y lágrimas pues por culpa de la “genial idea” ya se produce la primera víctima fatal, sin contar que los infaltables degenerados aprovechándose del tumulto, tiran las manos más que funcionario de “Chilerecortes” y hacen su agosto agarrando potos, tetas y restregándose contra los delicados cuerpos de las sufridas féminas, todo gracias a la brillantez del maldito sistema de transporte público puesto en vigencia por estos hijos de mala madre.
No menos sádicas han sido las explicaciones dadas por algunos personeros concertraicionistas, específicamente una senadora y un senador de la desgracia cristiana, no encontrando mejor forma para explicar la humillación y el vejamen diario ejercido contra los más pobres, al decir que “para hacer una tortilla se deben quebrar huevos” ¿qué significa tamaña estupidez?. Lo cierto es que diariamente el Malsantiago le pega varias patadas en las que te dije a los que precisamente debiera beneficiar, a mansalva, en despoblado y con alevosía.
Mi perro Horacio, bajándose de la bicicleta, su exclusivo medio de transporte desde el diez de febrero, concuerda con la senadora cuando dice que ¡en ninguna parte del mundo! se ha puesto en práctica un sistema como éste y más encima para seis millones de personas, ya que únicamente en Chile se les podía ocurrir (en otros países la inteligencia aún existe) y seguramente en cualquier otro lugar del planeta estarían todos bajo tierra y los buses volcados, apedreados e incendiados. Termina mi perro con el siguiente recado para el señor Ministro de Transportes: Espejo, no te deseo mal, pero ojalá que cuando te echen del Ministerio, encuentres un trabajo donde tengas que ir en el Transantiago, usando tres buses de acercamiento, un troncal y por último el metro para que te corran mano de lo lindo unos degenerados y te sobajeen tu escuálido trasero, y que a pesar de haberte levantado a las cuatro de la mañana, llegues atrasado y tu jefe te despida y tengas que volver a casa ¡de nuevo en el Malsantiago!.
Pero si alguien, cándido hasta decir basta, cree que el sadismo y la infamia llegan sólo hasta ahí, está totalmente equivocado, pues el sistema, con sus vías exclusivas y segregadas ha traído la infelicidad suprema también a los automovilistas, que miran con desesperación las tres pistas vacías en la Alameda mientras ellos avanzan a ¡cuatro kilómetros por hora! en el infernal taco de las horas punta. ¿Y eso es todo?, ¡equivocados señores!. El Metro, hasta antes del Transantiago orgullo de los capitalinos, ahora es un mar humano, avalanchas de sufrientes luchan con dientes y muelas para poner un pie en un carro y poder llegar a tiempo al yugo. Sangre, sudor y lágrimas pues por culpa de la “genial idea” ya se produce la primera víctima fatal, sin contar que los infaltables degenerados aprovechándose del tumulto, tiran las manos más que funcionario de “Chilerecortes” y hacen su agosto agarrando potos, tetas y restregándose contra los delicados cuerpos de las sufridas féminas, todo gracias a la brillantez del maldito sistema de transporte público puesto en vigencia por estos hijos de mala madre.
No menos sádicas han sido las explicaciones dadas por algunos personeros concertraicionistas, específicamente una senadora y un senador de la desgracia cristiana, no encontrando mejor forma para explicar la humillación y el vejamen diario ejercido contra los más pobres, al decir que “para hacer una tortilla se deben quebrar huevos” ¿qué significa tamaña estupidez?. Lo cierto es que diariamente el Malsantiago le pega varias patadas en las que te dije a los que precisamente debiera beneficiar, a mansalva, en despoblado y con alevosía.
Mi perro Horacio, bajándose de la bicicleta, su exclusivo medio de transporte desde el diez de febrero, concuerda con la senadora cuando dice que ¡en ninguna parte del mundo! se ha puesto en práctica un sistema como éste y más encima para seis millones de personas, ya que únicamente en Chile se les podía ocurrir (en otros países la inteligencia aún existe) y seguramente en cualquier otro lugar del planeta estarían todos bajo tierra y los buses volcados, apedreados e incendiados. Termina mi perro con el siguiente recado para el señor Ministro de Transportes: Espejo, no te deseo mal, pero ojalá que cuando te echen del Ministerio, encuentres un trabajo donde tengas que ir en el Transantiago, usando tres buses de acercamiento, un troncal y por último el metro para que te corran mano de lo lindo unos degenerados y te sobajeen tu escuálido trasero, y que a pesar de haberte levantado a las cuatro de la mañana, llegues atrasado y tu jefe te despida y tengas que volver a casa ¡de nuevo en el Malsantiago!.
Nota: mi perro también recibe comentarios en la siguiente dirección electrónica: pcuadrav@yahoo.com
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