El Capitán Corneta

Ahora sí que nos llegó al tuétano de los huesos. Si alguien, por ventura, abrigaba una mínima esperanza, ha de saber que con el nombramiento por parte de la ONU de Ricardo Froilán en su cargo de Capitán Corneta, esa pequeña llama de luz que todavía latía en los corazones más inocentes, se apaga de una vez y para siempre. Como uno de los tres encargados mundiales de preocuparse del calentamiento global de la tierra, seguramente el personaje en cuestión se hará asesorar por su cuñado y por destacados ambientalistas que trabajaron en el diseño de las plantas de tratamiento de residuos peligrosos en la ciudad de Valdivia, con resultado de muerte para miles y miles de cisnes, los que no pudieron soportar el tener que vivir en tan prístinas aguas y se fueron cortados de pura felicidad al no tener que nadar y anidar en sucios y malolientes líquidos, los mismos que soportaron antes de la construcción de la fábrica de celulosa, en los cauces del río Calle-Calle y del río Cruces.
Alborozados celebraron la asunción del Capitán Corneta a su extraordinario cargo los pequeños agricultores del Valle del Huasco, embelesados por el proyecto minero de Pascua Lama, que obtuvo la aprobación del Gobierno de “Richita” para hacer desaparecer los glaciares que alimentan de agua al valle, la que se utiliza para poder producir los escasos cultivos agrícolas con los que a duras penas sobreviven.
Esos dos eventos son apenas una pequeña muestra de la calidad del “ambientalista” encargado de protegernos. En consecuencia, como diría el mismísimo mister “Lakes”, aquí no se trata tan sólo del calentamiento global de la tierra, sino como ese calentamiento afecta las actividades diarias de la señora Juanita y el modo de vivir y desarrollarse de la gente y de la empresa privada, legítima destinataria de las medidas que deben tomarse para, al mismo tiempo, bajar la temperatura y favorecer las utilidades en mercados globalizados capaces de incidir en las decisiones que se toman desde el Ártico hasta el polo sur… entrando a mano derecha.
Lo que traducido significa que a partir de ahora nos vamos a cocer todos, sin excepciones, no pudiendo librar ni la vieja peluda ni tampoco el pelado Vilches. Ornitorrincos, osos hormigueros, pingüinos imperiales, ratas de alcantarilla, médicos, sacerdotes, políticos corruptos, ballenas azules, pájaros locos, tiburones martillo, gansos, astracanes, chinchillas, conejos, gallinas, burros y uniformados, terroristas, guerrilleros, estudiantes de odontología, tortugas de Las Galápagos, sombras de la China, camellos, dromedarios, avestruces, emberizas rústicas, terutius eritrópterus y demases, sucumbirán ante la espada arrolladora del Capitán Corneta.
Mi perro Horacio, explorando sobre la posibilidad de que exista vida en otros planetas y preguntando cuanto costaría el pasaje hacia esos lugares, recomienda el abandono inmediato de la Tierra, pues Corneta y sus secuaces no dejarán piedra sobre piedra y de seguro que la temperatura en vez de bajar aumentará tres o cuatro grados más en un corto lapso, para que la industria de los trajes aislantes, protectores de piel y ramos similares se potencie. Caninamente hablando, no entiende como es posible que se nombre al gato para que cuide la carnicería si todo el mundo sabe que se trata de un”ecologista de mercado” como lo definiera mister Paulsen y todas sus propuestas serán en el sentido de no dañar los intereses de los grandes conglomerados económicos mundiales, los principales responsables de los males de destrucción que nos aquejan, entre ellos el calentamiento global de la tierra. Solicita Horacio vigilar día y noche al capitán Corneta, no vaya a ser que en un descuido se le ocurra proponer un Transmundo para movilizar pasajeros en África, Asia, Europa y Oceanía.

Por último, mi cuadrúpedo sospecha razonablemente que “Richita” es el responsable de la extinción de la especie conocida como políticus honratus chilensis.