Monday, March 24, 2008

Basura y religión

De un tiempo a esta parte, ya no es necesario agradecer al santo o a la santita con velas, placas, rezos, oraciones, dinero o penitencias. Ahora y de acuerdo a las nuevas costumbres emanadas de esta sociedad de consumo, los santos se conforman con recibir todo tipo de basura desechable, de esa que se produce por millones de metros cúbicos, tales como las botellas plásticas, que se encuentran a montones en donde haya una animita, no sólo en Chile, sino que también en el extranjero. Conversando con un experto en Teología, ha dicho que la costumbre proviene desde de que se conocieron los milagros de San Jeremías de Los Cachureos, quien vivió por muchos años en un basural clandestino, convirtiendo frutas podridas en exquisitas mermeladas caseras, leche rancia y avinagrada en quesos con sabor francés. El resto de las pestilencias las transformó en gas de ciudad, mientras “casaba” guarenes todos los días, para evitar la promiscuidad roedora.
No menos importante es el aporte de San Pascual del poto cagado, el que a pesar de padecer de una incontinencia incurable que lo traía churreteado día y noche hizo el bien durante toda su mojoneada vida, fundamentalmente entre quienes padecían de males que afectaban su olfato. Si usted quiere pedir una manda a este santo, tiene que llevar ante la animita tres pañales desechables usados. Si están untados con residuos sólidos, San Pascual cumplirá su petición en menos de lo que caga, perdón… en menos de lo que canta un gallo. El Vicario solicita encarecidamente no confundir con San Juan Caguirre, ese es otro santo y concede favores sólo en casos de extrema urgencia. Mandar un rollo de papel higiénico con un uso. Escribir allí las peticiones.
Muy popular por estos días es San Coimero, quien en tiempos de los romanos salvaba cristianos por la módica suma de dos monedas de oro. Si usted quiere encomendarse a este santo, tiene que pagar las mandas en efectivo y sin testigos, si lleva especies o documentos, -podrían constituir medios de prueba- San Coimero no concederá el favor y desconocerá absolutamente haber recibido algo a cambio o conocer siquiera al penitente.
Para quienes son ligeros de cascos, está San Pateste, que hace caer en cualquier cama a la hembra o al macho solicitado, basta con dejar a los pies del santo un par de condones usados o algún artículo de ese tipo, tales como boletas de moteles, toalla Nova usada, películas porno en videocasete, etc.
Desde luego, siguen en gloria y majestad Santa Rita, patrona de los cureñas y que recibe botellas vacías de tinto y del otro, San Día, santo patrono de los vegetarianos, que se conforma con todo tipo de cáscaras y San Dalia, protectora de los caminantes, que intercede por los pecadores a cambio de un buen par de calcetines impregnados del olor de cien caminatas, sin saque.
Mi perro Horacio no es capaz de asimilar estos grandes cambios en la religión popular y no puede entender que las cosas se hayan facilitado de tal manera que los milagros se concedan a cambio de cero sacrificios. No comulga con el hecho de que sea homenaje un montón de botellas plásticas tiradas al costado del camino como muestra de fe y religiosidad, no entendiendo como tal un hecho que signifique desprendimiento o algún tipo de compromiso. Queda atónito Horacio al enterarse que en la Plaza Italia se ha celebrado la fiesta de resurrección con un cura
“reggaetonero”, sólo falta que la muchachada se tome hasta el agua de los floreros como homenaje al Señor, es decir, “hasta verte Cristo mío”. Horacio hace votos sin embargo, para que el papita nazi canonice pronto a San Bobby, patrono y mártir perruno, que murió envenenado en una de la calles de Londres cuando, en nombre de la verdad y la justicia mordió en un pata al sátrapa a la salida de The Clinic viajando al cielo en aquel mismísimo instante.

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