Tuesday, January 01, 2008

Carnavales Culturales

Con asistencia de la zarina Bacheletovna, se iniciaron los carnavales culturales en la bella, vieja, hedionda y destartalada ciudad de Valparaíso (pero no por eso menos bella). Por supuesto y como siempre sucede cuando asiste gratuitamente una enorme cantidad de “ingleses de América”, se manifestó en todo su esplendor la fina y exquisita cultura of the chilean people. Terminado el acto sobre el escenario, comenzó a derramarse por el plan porteño una muestra de refinamiento y sofisticación pocas veces vista. Al ritmo de la música del Lago de los Cisnes, comenzó el peñasqueo de vitrinas, transeúntes, pacomios y autoridades civiles, militares y eclesiásticas ¡señores!, que era un gusto. Acompañados por los compases de la Sonata Nº 3 para violín y piano en re menor op. 108 de Johannes Brahms, una turba intentaba saquear tiendas y supermercados, mientras al ritmo de Rachmaninov en su piano concerto Nº 2, la autoridad los correteaba a lumazo limpio.
Como la cultura poblacional y juvenil se expandía de manera digamos, molto vivace, hicieron su entrada en escena el zorrillo y el guanaco, acompañados de los exquisitos acordes de la suite del ballet Cascanueces, op. 71 b, que como todos los chilenos saben, tiene su origen en la capacidad intelectual y musical de Peter IlichTschaikovsky, acompañado en esa ocasión por el gran Luchito Barrios y también por el inolvidable Mago Jiménez. La verdad, la verdad, como dijo el inefable Tontín, es que cuando nos da por la cultura no hay quien nos pare, peleas a puñetes en la plaza de La Victoria, armas blancas en la subida Ecuador, intentos de violación a unas muchachas en el sector Aduana, drogados, meados y cagados en el muelle Barón, carreras, quebrazón de botellas, orgía cultural matizada con Mozart y su Concierto para piano y orquesta Nº 29, que comenzó con allegro moderato, siguió con allegretto, para terminar con allegro con spirito una vez que aparecieron los verdes montados y al son de “Caballería rusticana” de Mascagni detuvieron a un centenar de cultos y los enrejaron hasta que despejaran sus cabezas de tanta borrachera intelectual, cultural, musical, plástica y violenta de aquella noche. La fiesta terminó con la interpretación conjunta de la obra “Carnaval de los animales”, del conocido autor Camille Saint-Saëns (1835-1921).
Mi perro Horacio, embelesado con la música del Concierto Nº 5 en mi bemol mayor op. 73, “Emperador” de Beethoven, está absolutamente de acuerdo en que lo sucedido en la jornada inaugural de los carnavales culturales porteños, representa fielmente la cultura que han adquirido sectores mayoritarios de chilenos durante estos últimos treinta años, gracias a las políticas educacionales entregadas por los servidores del sátrapa primero y por los gobiernos de la concertraición después. Lo anterior, con gran ayuda de los medios de comunicación oficialistas, especialmente la televisión, donde la cultura es una palabra desconocida y abundan los programas farandulescos, las teleseries, el chiste y el sketch subido de tono, grosero, de doble sentido y de mal gusto. Cooperan en esta tarea los noticiarios, que destacan -en honor al rating- asesinatos, asaltos, robos, peleas y agresiones entre pandillas y ponen como “figuras” televisivas a verdaderos delincuentes, los que ofician de “líderes” de grupos de sabandijas asociados a los colores de algunos clubes deportivos, dejando de lado la preocupación por educar y mostrar verdaderos ejemplos de superación de muchos chilenos de empuje, dado que esas noticias no “venden”.
No menos importante, dice mi perro, es el “numerito” ofrecido por la ministra de educación, que obtiene miserables 500 puntos en la prueba para postular a la universidad, pero dice que logró 600 y también está en ese rumbo una profesora de ¡lenguaje!, que entrevistada por un canal de tv, dice: no se pa’ que me quieren loh alumnoh, tú a lo mejor queríh, a lo mejor teníh, pero no podíh, ¿cachai?. Después de eso, Horacio se lanza sobre su piano y compone las primeras frases musicales de la obra “Réquiem para un país” neoliberalis funestus, en la menor, Op. 08, Andante con motto.

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