Salario mínimo
El Gobierno de la Concertraición, los grandes empresarios y la derecha política y económica chilena, representada por Mangueira, Piñata, Colloma y Compañía Limitada, lo único que desean, al igual que el Ministro Malasco, es otorgar un suculento reajuste a toda la población trabajadora chilena, elevando el salario mínimo mucho más allá de los $180.000 mensuales solicitados por la CUT.
Lamentablemente, esto no es posible de llevar a cabo. No se trata de falta de dinero, somos un país rico, ¡muy rico!, nos sobra dinero para comprar gas en cualquier parte del mundo o para producirlo en inmensas cantidades en cuanto nos de la gana. Si hay bajas temperaturas, hay cualquier billete para calentarse, nadie muere de frío y los que duermen en las calles lo hacen de puro snobs, rechazando la invitación de la Petunia a dormir en hoteles de cinco estrellas. El problema es que si se reajusta el salario mínimo y se deja en, digamos, $180.500, se producirían grandes descalabros en el ordenamiento que hasta ahora nos tienen de ejemplo en el mundo entero. De partida, todos los obreros querrían abandonar sus autos básicos del año anterior para presionar fuertemente y adquirir modelos cuatro por cuatro, jeeps, limusinas y aún más, hasta helicópteros y jets privados. No contentos con eso y arribistas como son, mandarían a sus hijos a las mejores universidades extranjeras, Cambridge, Oxford, Harvard y La Sorbona. Lo anterior dejaría sin clientes a las excelentes “uniisidades privadas shilenas”, causando desajustes en el prestigiado sistema de educación superior nacional. Las señoras Juanita, Rosa, María, Lindorfa, Eufemia y Jocelyn, dejarían de adquirir sus vestidos en el persa de San Francisco con Teniente Cruz para trasladarse definitivamente al Mall Alto Las Condes, Cantagallo, Drugstore y similares, ridiculizando con su poder adquisitivo a las viejas cuicas y siúticas que habitualmente asoman sus arrugas por esos sectores. El tinto matapenquero, especialmente el sonrisa de “lyon” y el bigote”s wine pasarían al olvido, aumentando la demanda por el Casa Lapostolle, Miguel Torres, Marqués de Casa Conche tu… y otros mostos caros y refinados. Se dejarían de lado las bellísimas urbanizaciones iniciadas en los tiempos de nuestro bien amado y aumentadas por los concertraicionistas, bajaría la densidad de población en Puente Alto, La Pintana, La Granja, caería la demanda por plástico para cubrir las casas hechas por el hermano del ministro y con el salario mínimo se podrían adquirir viviendas de cuatro dormitorios y dos baños, en barrios hasta ahora exclusivos para la gente y no vamos a aceptar que venga a ensuciar el barrio cualquier chuch… ¿se da cuenta?, queremos pero no estamos preparados para satisfacer las necesidades que produciría la extrema riqueza generada por un salario mínimo como el que se pide. Eso, sin considerar que con los ahorros generados por tan altos emolumentos, capaz que inviertan en acciones y otros títulos financieros, causando “ruidos” en los mercados financieros o “sobrecalentando” el sistema económico. Por razones de espacio, no es posible explicar en detalle los atochamientos en aeropuertos y las congestiones en los balnearios de lujo, donde es posible veranear con $180.000 mensuales. Por lo tanto, hay que aumentar el salario mínimo en ¡DOSCIENTOS SESENTA Y SIETE PESOS DIARIOS!, los que se consumirán de un paraguazo si sube el pan o el “Chantantiago”. Además, los obreros no deben perder la costumbre de tener necesidades, por si les toca trasladarse a países pobres como Noruega, Australia, Inglaterra, Alemania, España o Francia.
Obviamente, mi perro Horacio discrepa profundamente de este análisis y abomina del Ministro Malasco, pues a todas luces es un tipo pagado de sí mismo, suficiente y al servicio de los grandes intereses económicos, educado en la cuna del neoliberalismo y desconocedor de las necesidades de los pobres que son amplia mayoría en este sufrido Chile. Está convencido que el salario mínimo fijado obedece a las insaciables ambiciones criminales y desmedidas de los grandes empresarios, los que amenazan con cesantía si los sueldos suben más de trescientos pesos al día. Horacio no se traga esta rueda de carreta y llama a presionar para que la torta se reparta un poco más equitativamente y no nos toquen sólo las migajas en el gran banquete de los poderosos y sus empleados concertraicionistas.
Lamentablemente, esto no es posible de llevar a cabo. No se trata de falta de dinero, somos un país rico, ¡muy rico!, nos sobra dinero para comprar gas en cualquier parte del mundo o para producirlo en inmensas cantidades en cuanto nos de la gana. Si hay bajas temperaturas, hay cualquier billete para calentarse, nadie muere de frío y los que duermen en las calles lo hacen de puro snobs, rechazando la invitación de la Petunia a dormir en hoteles de cinco estrellas. El problema es que si se reajusta el salario mínimo y se deja en, digamos, $180.500, se producirían grandes descalabros en el ordenamiento que hasta ahora nos tienen de ejemplo en el mundo entero. De partida, todos los obreros querrían abandonar sus autos básicos del año anterior para presionar fuertemente y adquirir modelos cuatro por cuatro, jeeps, limusinas y aún más, hasta helicópteros y jets privados. No contentos con eso y arribistas como son, mandarían a sus hijos a las mejores universidades extranjeras, Cambridge, Oxford, Harvard y La Sorbona. Lo anterior dejaría sin clientes a las excelentes “uniisidades privadas shilenas”, causando desajustes en el prestigiado sistema de educación superior nacional. Las señoras Juanita, Rosa, María, Lindorfa, Eufemia y Jocelyn, dejarían de adquirir sus vestidos en el persa de San Francisco con Teniente Cruz para trasladarse definitivamente al Mall Alto Las Condes, Cantagallo, Drugstore y similares, ridiculizando con su poder adquisitivo a las viejas cuicas y siúticas que habitualmente asoman sus arrugas por esos sectores. El tinto matapenquero, especialmente el sonrisa de “lyon” y el bigote”s wine pasarían al olvido, aumentando la demanda por el Casa Lapostolle, Miguel Torres, Marqués de Casa Conche tu… y otros mostos caros y refinados. Se dejarían de lado las bellísimas urbanizaciones iniciadas en los tiempos de nuestro bien amado y aumentadas por los concertraicionistas, bajaría la densidad de población en Puente Alto, La Pintana, La Granja, caería la demanda por plástico para cubrir las casas hechas por el hermano del ministro y con el salario mínimo se podrían adquirir viviendas de cuatro dormitorios y dos baños, en barrios hasta ahora exclusivos para la gente y no vamos a aceptar que venga a ensuciar el barrio cualquier chuch… ¿se da cuenta?, queremos pero no estamos preparados para satisfacer las necesidades que produciría la extrema riqueza generada por un salario mínimo como el que se pide. Eso, sin considerar que con los ahorros generados por tan altos emolumentos, capaz que inviertan en acciones y otros títulos financieros, causando “ruidos” en los mercados financieros o “sobrecalentando” el sistema económico. Por razones de espacio, no es posible explicar en detalle los atochamientos en aeropuertos y las congestiones en los balnearios de lujo, donde es posible veranear con $180.000 mensuales. Por lo tanto, hay que aumentar el salario mínimo en ¡DOSCIENTOS SESENTA Y SIETE PESOS DIARIOS!, los que se consumirán de un paraguazo si sube el pan o el “Chantantiago”. Además, los obreros no deben perder la costumbre de tener necesidades, por si les toca trasladarse a países pobres como Noruega, Australia, Inglaterra, Alemania, España o Francia.
Obviamente, mi perro Horacio discrepa profundamente de este análisis y abomina del Ministro Malasco, pues a todas luces es un tipo pagado de sí mismo, suficiente y al servicio de los grandes intereses económicos, educado en la cuna del neoliberalismo y desconocedor de las necesidades de los pobres que son amplia mayoría en este sufrido Chile. Está convencido que el salario mínimo fijado obedece a las insaciables ambiciones criminales y desmedidas de los grandes empresarios, los que amenazan con cesantía si los sueldos suben más de trescientos pesos al día. Horacio no se traga esta rueda de carreta y llama a presionar para que la torta se reparta un poco más equitativamente y no nos toquen sólo las migajas en el gran banquete de los poderosos y sus empleados concertraicionistas.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home