Tuesday, May 18, 2010

Chile, país de mediaguas

No es posible que un gobierno que ha prometido excelencia, entregue a los afectados por el terremoto, mediaguas de mala calidad. Razón tienen los damnificados para exigir, en el siglo XXI, una vivienda de madera de tres por seis metros, que tenga las comodidades necesarias para albergar a una familia de seis personas como mínimo. Desde luego, la puerta de la vivienda de última generación debe tener salida al exterior, las ventanas deben venir con su correspondiente plástico y adecuadas para instalar marcos de PVC en el futuro, estar forradas y con aislación térmica de manera que conserven, sin calefacción ni aire acondicionado, una temperatura estable de 19,5 grados Celsius.
Se pide además que estén hechas interiormente las conexiones necesarias para instalar paneles solares y circuito cerrado de cable y televisión, cámaras de seguridad y alarmas automáticas, las que comunicarán de manera automática con gente decente, se excluyen políticos, carabineros y ministros del actual gobierno. No olvidar las losas radiantes en los pisos.
Estudia hijo mío, para que algún día tengas tu profesión y puedas tener tu propia mediagua. En ese momento podré morir tranquilo viéndote cómodamente instalado con tus seis chiquillos en esas bellas poblaciones de emergencia, creadas hace veinte años por un terremoto y donde todos aspiran a llegar como culminación de grandes esfuerzos y sacrificios.
Sin embargo, mi perro Horacio reflexiona de otra manera. Recuerda que hace apenas ¡50 años!, las mediaguas se llamaban ranchas, chozas, rucas, rucos y también casetas. Un grupo de ranchas formaban una población callampa y cuando los pobladores se tomaban el terreno, estábamos en presencia de una toma.
No entiende mi perro como es posible que a casi tres meses de transcurrido el terremoto no se haya conocido ni una sola iniciativa de reconstrucción definitiva y el país y todas sus autoridades estén enfrascadas en discutir cuál es la mejor mediagua que se debe entregar a los damnificados. Por otra parte, tampoco Horacio ha podido comprender las formas que adopta la gente para exigir ayudas, ya sean mediaguas, plásticos, frazadas u otros menesteres, en circunstancias que un terremoto es una catástrofe imposible de prever y ningún gobierno ni municipalidad tiene obligación alguna de reponer aquellas viviendas privadas que se perdieron. A lo más, puede brindar ayuda básica, pero de ahí en adelante, cada cuál debe rascarse con sus propias uñas. Mi perro, en su infancia, sufrió también las inclemencias de la lluvia, el frío y hasta la nieve, pero no lanzó aullidos para que lo escuchara el alcalde, sino que se secó como pudo e inmediatamente recogió palos y tablas y rearmó su casucha. Como quedó con rendijas, hizo engrudo y con papel de diario forró la rancha, consiguió aserrín en la barraca del barrio y lo esparció en el suelo de tierra para que se fuera secando; con parte del salario semanal compró diez fonolitas y arregló la parte del techo que estaba como las reverendas. Cuando llegó la primavera, Horacio tenía su caseta como nueva y seguía comprando tabla tras tabla para hacer una ampliación.
Pero como estamos en el siglo XXI, ahora se desecha una cantidad infinita de materiales que se podrían haber reutilizado, no vaya a ser cosa que echemos a perder el negocio de ocho mil millones de pesos entregado a las tres más grandes empresas de materiales de construcción, las que aprovecharon de inmediato para coludirse en la fijación de precios, el capitalista no sabe de sufrimiento humano, el terremoto también es una oportunidad para ganar dinero.
Es decir, mientras los damnificados (no todos, desde luego) se cruzan de brazos a esperar que les traigan una mediagua, se la instalen y le retiren los escombros, las empresas aprovechan de hacer negocios a costa de los dineros del Estado, ahora administrados por el patas de alicate y su manga de desatinados, Chile se convierte en el primer productor mundial de mediaguas, no como una vivienda transitoria, sino que como una definitiva, por los siglos de los siglos, amén