Wednesday, February 28, 2007

Justicia, ¿ciega?.

Un muchacho de diecisiete años, hijo de una señora ministra y del actual administrador financiero del Transantiago, ha sido declarado sin discernimiento después de haber entrado a robar en un departamento privado de un lujoso condominio en un balneario del litoral central. Es decir, los psicólogos encargados de examinarlo, han llegado a la conclusión que el joven ¡de diecisiete años!, no sabe distinguir entre el bien y el mal, no conoce la palabra honradez y tampoco tiene noción de lo que significa el vocablo robo.
Mi perro Horacio, sagaz y con un preclaro discernimiento, ha tenido acceso al informe elaborado por los peritos y concuerda plenamente con el diagnóstico, pues la historia así lo demuestra. En primer lugar, su madre ha servido cargos públicos durante los cuatro gobiernos de la concertraición, haciendo además su vida social con colegas de su misma sensibilidad política. Desde sus primeros años, el niño pasó en brazos de su tío Richard y constantemente era visitado y agasajado por ministros, subsecretarios, seremis y jefes de división, cuando no por presidentes de los partidos que conforman la coalición. Sin ir más lejos, sus primeras palabras las aprendió en un jardín infantil del PPD, donde la tía, diariamente le decía: “coimase” toda la comida para que no venga el tío Schaulsson y lo acuse a su mamá. Durante sus vacaciones, era llevado a unos campamentos organizados por Chiledeportes, ganando por amplio margen un concurso de “recortes” de figuritas de monedas y billetes preparado especialmente para detectar habilidades de servicio público.
Para que pudiera dormir, todas las noches su mamá le contaba un cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones, pero adaptado a los tiempos modernos. Esta versión ubica al héroe principal en la Moneda y a su agraciado reparto en ministerios y otras importantes reparticiones públicas. No está demás agregar que su mejor disertación en el liceo la hizo sobre la obra de Manuel Rojas titulada Hijo de Ladrón. Inquieto como todo joven, incursionó en la música, destacando su voz en las interpretaciones de “Mentira”, “Ajeno” y también como avezado zampoñista en la diablada boliviana titulada “Borrachito ladrón”.
Por supuesto, mi perro Horacio no está para cuentos y no puede tragarse aquello de que un tipo próximo a cumplir dieciocho, por más que haya crecido rodeado de malas compañías, no sepa ¡en el siglo veintiuno! que tirar las manos es un delito que se paga con cárcel, salvo que se trate del hijo de una importante autoridad o provenga de una familia adinerada. En ese sentido, la “nueva justicia” es igualita a la anterior y procede con todo el rigor de la ley cuando de los pobres se trata. Tal vez, exista un solo atenuante por ser hijo de uno de los “cerebros” que creó el “Chantantiago”, debido a que estos desprestigiados “ideólogos” tienen una baja probabilidad de concebir descendencia inteligente.

Monday, February 12, 2007

Transantiago o la aventura de movilizarse.

La modernidad tiene sus costos. Para ingresar a ella, usted tiene que levantarse dos horas más temprano y si antes demoraba una hora y media en un trayecto de 25 kilómetros, ahora –modernamente- se demorará entre dos y dos horas y media, tomando primero un bus de acercamiento desde la zona roja hasta la zona amarilla, luego hará un trasbordo a un móvil de color jaspeado que lo llevará raudamente hasta Melipilla, para continuar su viaje de regreso iniciado en La Pintana hasta un troncal que lo dejará en las puertas del Metro Terminal Puente Alto hasta llegar a su destino. Eso, sólo de ida ya que el viaje de regreso debe hacerse por Batuco, vía troncal Lampa.
Cuando vivíamos en la oscuridad del retraso, se usaba apenas un microbús para unir los mismos puntos, a un costo menor en tiempo y dinero, se caminaba menos y se podía estar algunas horas más junto a la familia. Pero claro, esos tiempos pasaron y ahora hay que abrirse a las maravillas que nos brinda la concertraición y gozar de la dicha de tener que caminar entre ocho y diez cuadras y esperar una hora para que pase el bus de alejamiento. No hay palabras para describir la dicha, la algarabía el placer y el contento que experimentan las ochocientas personas apiñadas en el paradero esperando que pase el moderno transporte público que, con suerte, se llevará a diez. Se espera que la alegría del plantón sea aún más placentera cuando haya que hacerlo con lluvia, frío y escolares que aportarán con intelectuales comentarios.
Pese a todos los comentarios adversos, (¿no será que los comunistas están soliviantando a las masas?) los ministros y secretarios concertraicionistas opinan que todo está bien y que las “pequeñas” dificultades se irán solucionando a medida que la gente vaya conociendo el sistema y se adapte a esta nueva cultura donde estar parado dos horas en las calles de Santiago como santo huevón es un signo inequívoco de que el modernismo llegó para quedarse.
Mi indignado perro Horacio no entiende como es posible que 5.600 buses vayan a reemplazar a 8.000 micros amarillas, las mismas que no daban abasto en las horas punta, brindando un servicio caro y malo. Pero sucede que este es peor y más caro aún. Además, no se explica como están metidos Agarrete y seguramente Rapiñaquis en el desgraciado plan, si eran ellos precisamente los causantes de casi todos los males del anterior sistema. A mi olfativo perro le late que aquí hay un tremendo gato encerrado, que seguramente se ha repartido “tellebi” a diestra y siniestra o que aquellos que idearon el sistema son más tontos que andar para atrás, pues de otra manera sería imposible tanta desgracia aplicada a mansalva contra los más pobres, aumentada con declaraciones idiotas que a nadie convencen. Si hasta la Petunia está metida en el baile, con comentarios insulsos (¡buena, Chávez!) y de cero aporte, como ha sido habitual costumbre de la individua en cuestión.