Monday, December 13, 2010

Solución al problema carcelario

Después de la muerte de 81 reclusos en un incendio ocurrido en la cárcel de San Miguel, una comuna de la provincia de Santiago, Capital de Chile (esto es para la edición internacional) surgen múltiples voces sobre la verdadera bomba de tiempo que es el sistema carcelario chileno. Sobrepoblación, hacinamiento, bandas internas, tráfico de drogas, fiestas con abundante alcohol, riñas, peleas, muertes, escasez de vigilantes y un largo etcétera recitado por todas las autoridades y en todos los medios de comunicación habidos y por haber. Entre tanta cifra, “paper”, estudio y presentación, se conoce que el Estado chileno gasta mensualmente entre 200 mil y seiscientos mil pesos mensuales (entre 450 y 1.250 dólares aprox.) por cada individuo que permanece privado de libertad.
Con ese dinero es posible, dice mi perro Horacio, idear más de una solución ingeniosa para el problema que se comenta. Como mi perro quiere colaborar desinteresadamente como ha sido su habitual costumbre, propone una novedosa solución, que de paso traerá alivio a cientos de miles de personas emparentadas con los “malandras”.
Se trata ni más ni menos, que las celdas domiciliarias, esto es, cada “pato malo” que sea sorprendido, detenido, juzgado y condenado, cumplirá sentencia en su propio hogar, en una celda especialmente habilitada para esos fines, con la custodia del familiar más cercano. Si el reo es casado, será su esposa la encargada de vigilarlo para que permanezca al menos 15 horas diarias enjaulado, con salidas al patio de su casa de acuerdo al régimen de encierro estipulado en la respectiva ley. Si el tipo es soltero, será encomendado a sus padres o a quién el juez determine para esos efectos. Si se trata de femicidios, será la suegra quién se encargue de la pena. Por supuesto, la familia recibirá una suma mensual por llevarse la cárcel y el preso para la casa, la que no podrá ser inferior a la suma mínima que hoy la nación gasta en cárceles convertidas en verdaderas escuelas del delito.
Esta imaginativa solución permitirá elevar considerablemente las sentencias, sin que nadie reclame, pues mientras más años permanezca el familiar en el “chucho”, más asegurada estará la subsistencia de toda la parentela. Se terminarán las libertades provisionales y los abogados se encargarán, al revés de ahora, de elevar las penas. ¿Cometió delito?, ¿lo quieren absolver? ¡No se preocupe! Larraín, Guzmán y Asociados lo defienden. Se garantizan penas máximas. Especialidad en cadenas perpetuas. Señor, presento mi queja, ya no se puede confiar en la justicia, si al Mario de las peinetas, por el mismo delito mío le tiraron 8 años y un día, ¿por qué a mí sólo me tocaron “seis peras y un higo”?.
Se reformará Gendarmería y existirán tantas oficinas comunales o poblacionales como sea necesario, para rondas diarias a las casas celdas, de tal modo que nadie burle a la justicia y las dueñas de casa reciban puntualmente sus sueldos. Se producirán ahorros en visitas familiares y conyugales, el padre de familia podrá, desde su celda, aconsejar a sus hijos para que no se desvíen del camino de rectitud, no vaya a ser que por su culpa se dediquen a la política. En consecuencia, con esa plata, tener un familiar preso en la casa será un muy buen negocio, saliendo todas estas familias del estado de pobreza o indigencia en que actualmente se encuentran, alcanzando ingresos muy superiores al promedio si son dos o más miembros del grupo familiar los que cumplen condena bajo el férreo cuidado de la mamá.
Sin embargo, se pregunta Horacio, ¿cómo es posible que se gaste tanto dinero para que un delincuente permanezca encerrado en las peores condiciones imaginables, sin posibilidad de rehabilitación y una población penal cada día en aumento? ¿No será que los recursos los administran aquellos que estando fuera necesariamente debieran estar adentro?