Tuesday, September 26, 2006

El "indiecito"

Conmoción mundial ha causado la gran pérdida para Chile de esa inigualable figura conocida como el Indio Juan. Desde todos los rincones del planeta llegan condolencias que dan cuenta del profundo pesar que su deceso ha ocasionado al mundo civilizado, occidental y cristiano. Quienes lo conocieron en la intimidad, nos cuentan sobre su infinita bondad, pues nunca ¡jamás! hirió a nadie, siempre los mató instantáneamente para evitar sufrimientos innecesarios. Todos los canales de televisión, las radios, los diarios y también las revistas, destacaron de inmediato lo mejor de su personal periodístico para cubrir la lamentable noticia de su muerte a manos de unos delincuentes que buscan notoriedad a partir de los chuzazos que costaron la vida al Indio Juan.
La Iglesia Católica chilena lamenta profundamente la partida de esta figura nacional y está convencida que el occiso no era partidario de la píldora del día después, ya que en vida entregaba píldoras de plomo en vivo y en directo. La oposición política al gobierno de turno se aprontaba a visitarlo en su lugar de encierro para pedir su opinión sobre el próximo candidato presidencial de la derecha. Conocedor del pensamiento de su pueblo, el Indio Juan estaba dispuesto a aconsejar a Mangueira, Colloma y compañía sobre la mejor carta, si un asesino, un ladrón, un traficante, un cogotero, un escalador, un monrero, un lanza, un traficante o un militar. La concertraición tenía agendada una reunión para consultar su opinión sobre la reforma previsional, los cambios en la educación, la huelga de los trabajadores de la salud, el paro de los profesores y el término de la indemnización por años de servicio propuesta por un infame a quien seguro “Juanito” se hubiera espinaceado por desgraciado y vaca. Como una manera de no echar en el olvido su temprana desaparición, los diputados presentarán un proyecto de ley para instaurar el día nacional del pato malo, que coincida con la fecha en que el “indiecito” partió al más allá y está sentado a la diestra del Mandinga.
Con el tratamiento dado a la noticia, seguro que por estos días ya existe una animita para recordar al personaje y antes de tres meses ya tendrá a su haber más de algún milagro. En menos de diez años la gente gritará por las calles: ¡compañero Juan! ¡presente!, ¿quién lo mató? ¡el fascismo!, ¿quién lo vengará? ¡el pueblo!. Figura transversal, el momiaje dirá que aunque indio, era hijo no reconocido de un aristócrata. Del otro lado, será reconocido como un luchador incansable a favor de los derechos inalienables de los pueblos indígenas y no faltará el que lamente no haberlo visto vistiendo la roja en las últimas eliminatorias.
El único que parece conservar la cordura es mi perro Horacio, que no logra entender como es posible que se gasten recursos informativos en noticias de tan poco vuelo, otorgando carácter nacional a un señor de poca monta, cuyo único mérito fue matar y morir en su ley. Por lo menos en eso, se diferencia de otros que mataron, robaron, violaron, torturaron y ahora mienten y niegan ante los magistrados sus crímenes de lesa humanidad. Más aún, los cómplices están convencidos que si Satán llama a sus hogueras al primer criminal de la patria, habría que despedirlo con honores de Jefe de Estado. Mi perro piensa que si el Indio Juan le hubiera pegado los fierrazos a esos desgraciados, se habría ganado el respeto y el agradecimiento nacional, haciéndose merecedor de un monumento, un funeral grandioso y todas las cámaras de televisión que por estos días tuvo, más por la pobreza periodística que nos rodea que por los méritos personales del individuo.

Thursday, September 14, 2006

Celebration!, oh! yeah!

Apoteósicos, por decir lo menos, han resultado los festejos organizados en la capital con motivo de la celebración del 33° aniversario de la asunción al poder del primer delincuente de la patria en su grado de sátrapa, generador de la desgracia e infelicidad popular que hasta nuestros días perduran en esta larga y angosta faja de tierra. Sin embargo, no faltan los desorientados que no entienden el sentido, la gestualidad y representación que alcanzan los actos desarrollados, limitándose a condenar el producto de las instalaciones artísticas llevadas a cabo para conmemorar ese martes de horror, como dijeran los muchachos del célebre grupo Los Tres.
Se alzaron voces descalificadoras que criticaron con saña la representación casi real del asalto con rockets al palacio presidencial, expresada en una diminuta bomba molotov ardiendo en una ventana de La Moneda. Los actores participantes aclaran que el presupuesto no permitió contratar aviones con proyectiles para destruir e incendiar casi por completo la casa de Gobierno, tal como lo hizo el maldito el 11/09/73 sin que hasta la fecha haya sido juzgado y, por el contrario, todavía existen sectores que lo aplauden por tamaña tropelía. Agregan que los “desmanes” causados por el primer criminal no tenían autorización de la Intendencia respectiva.
Nada más ilustrativo ni más adecuado que los asaltos a sucursales bancarias en esta fecha, pues representan la forma en que el sicario se hizo de considerable fortuna, son millones los que pasaron a sus cuentas y según percibe la población, todavía no es formalizado por esos cargos, que significan bastante más que quebraduras de vidrios y sustracción de equipos computacionales.
En las poblaciones, el imaginario popular y su innegable creatividad, ha reproducido de la manera más fiel posible los allanamientos, las detenciones, los atropellos, los saqueos, los crímenes y las vejaciones llevadas a cabo por las fuerzas armadas en nombre del innombrable en aquellos infames días de septiembre del año maldito. Si no ocuparon tanques, ametralladoras, lanza cohetes, helicópteros y armamento de grueso calibre, fue porque los encargados de velar las armas las tienen para defensa exclusiva de la soberanía nacional (¡sóplame este ojo!). No se lograron llevar a cabo fusilamientos, torturas y desapariciones porque no se presentaron voluntarios para efectuar este tipo de actos cargados de simbolismo y de recuerdo en homenaje al primer carnicero de Chile. Existe confianza en que para la celebración de los treinta y cinco años, algunos partidarios de la bota militar se ofrezcan a poner su pecho delante de los fusileros y acepten ser lanzados desde algún transporte aéreo o simplemente sus cuerpos naveguen por las contaminadas aguas del Mapocho. Modestamente, los pobladores de la periferia metropolitana han celebrado usando neumáticos, pistolas y escopetas hechizas para jolgorio y algarabía de los carabineros, participantes activos de las magnas celebraciones del once.
Mi perro Horacio, totalmente tiznado y oliendo fuertemente a humo, no entiende la actitud condenatoria de los concertraicionistas encargados de vigilar el orden público, espantados por el calibre de las manifestaciones juveniles. La pregunta que se hace mi perro es: ¿qué esperaban?, ¿coros cantando loas al hijo predilecto del Mandinga?, ¿bailes y cantos de alabanza al sistema instalado por el híbrido mezcla de burro y de gorila y que ellos se han encargado de profundizar?... Mi esclarecido can está convencido que las manifestaciones producidas el último once de septiembre representan fielmente a los hijos producidos por la dictadura y también por la concertraición, muchachos que no tienen futuro en este tipo de sociedad, a menos que se dediquen a la rapiña, al coimeo y al arreglín de bigotes tal como sucede en nuestros días y donde la juventud, fundamentalmente aquella de escasos recursos, no tiene ni pito que tocar, apenas un neumático para quemar (aquí se las dio de poeta este perro). En consecuencia, ante la falta de oportunidades, con una mala educación, con millones de jóvenes que no están “ni ahí”, con sinvergüenzeo a diestra y siniestra y con todas las calamidades que el sistema ofrece, difícilmente veremos al futuro de Chile repartiendo claveles por las calles los próximos aniversarios del golpe militar, sin olvidar que la violencia y la delincuencia son responsabilidad de todos, principalmente del contubernio empresarios-concertraición y que seguramente tratarán de “solucionar” a través de una mesa de diálogo o de una comisión.